miércoles, 7 de abril de 2010

mito del fuego mito: kuiba


Al principio de la civilización, los indígenas no conocían el fuego; comían sus alimentos crudos y no podían evitar el frío en el calor de una hoguera. Muchas veces habían visto como se prendían los árboles con los rayos de las grandes tempestades pero, temerosos del castigo de los dioses, nunca se acercaron a ese fuego.
Un día un joven llamado Namón decidió ir hasta el sol y robarle un poco de su luz.
- Para que puedas cumplir con tu misión, debes estar alerta de las trampas que pone el sol- le dijo el pájaro carpintero.
- ¡Antes que nada, debes llevar dos palitos de Matapán y traerlos encendidos! exclamó el morrocoy.
Una noche, Namón partió a cumplir con su dificil misión. Se despidió de toda la tribu, preparó su arco y sus flechas, empacó sus alimentos y por último guardó muy bien los dos palitos de matapán en una de sus bolsas ... El enmarañado bosque era cada vez más dificil de cruzar y Namón solamente se guiaba por el sonido del río. De pronto, en medio de la selva, escuchó una tenebrosa risa.
- Ja, ja, ja, hasta aquí ha llegado Namón. No permitiré que lleves el fuego a tu tribu.
Namón miró para todas partes y no supo de donde provenía la voz que escuchaba. Pero, fuera lo que fuera, no permitiría que lo detuvieran en su camino. De repente los árboles se fueron uniendo y sus ramas y hojas formaron una inmensa red que lo cercaba lentamente.
Namón se acordó de las palabras del pájaro carpintero, sacó su flecha más gruesa y amarrándole un lazo que tejió rápidamente con finas hojas y fuertes raíces, la disparó hacia el árbol mas alto, subió por la cuerda con una habilidad de tigre y justo cuando llegó a la copa del árbol, la red se cerró fuertemente. Entonces Namón sacó los dos palitos de matapán y bajó lentamente del árbol, porque los palos de matapán le sirvieron de alas. Namón, sorprendido de lo que había hecho, no se dió cuenta de que había caído en territorio de las grandes boas.
Las boas,. sin darle tiempo de reaccionar, lo atraparon. Una de ellas lo agarró por el cuello, tratando de estrangularlo. Namón alcanzó a sacar su afilado cuchillo de piedra y lo clavó en el cuello de la gigantesca boa que se retorció de dolor. AI ver a su compañera muerta, las otras culebras nuevamente se abalanzaron sobre él. Rápidamente sacó sus flechas y las disparó contra un gigantesco árbol, formando una serie de escalones por los que trepó velozmente.
Cuando Namón miró hacia el horizonte, una hermosa llanura dejaba ver el esplendoroso sol, que salía como del fondo de la tierra. Entonces sacó los dos palos de matapán, los expuso a la luz, esperó un buen rato y de pronto una Ilamita apareció súbitamente en uno de los dos palos; Namón sopló y frotó el palito y otra vez apareció la llama. Había logrado robarle un poco de fuego al sol.
De regreso a su aldea, corrió tan rápidamente que ni las boas, ni el bosque enmarañado lo pudieron atrapar. Cuando llegó a su tribu, mostró a todos lo que había conseguido. Desde este día, el frío fue dominado gracias alfuego de Namón

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